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Existen ciertas palabras y frases que recomendamos evitar, o al menos eludir en determinados contextos o usos. La razón es que son ambiguas o expresan indirectamente una opinión con la que esperamos que no esté totalmente de acuerdo.
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Revise también «Categorías del software libre» (18.000 caracteres).
Por favor, evite el uso de la palabra «abierto» como substituto de «software libre». Otro grupo, cuyos valores son menos idealistas que los nuestros, utiliza la expresión «fuente abierta» como eslogan. Cuando se refiera a ellos es propio que use su nombre, pero por favor no nos mezcle con ellos ni describa nuestro trabajo con su denominación (eso hace que la gente crea que somos partidarios de sus ideas).
El software para la «Administración de Derechos Digitales» («Digital Rights Management» o DRM) está diseñado en realidad para imponer restricciones a los usuarios de computadoras. El uso de la palabra «derechos» en esta expresión es propaganda, pensada para que, sin que se dé cuenta, vea el asunto desde el punto de vista de los pocos que imponen las restricciones, mientras se ignoran los derechos de los muchos a quienes las restricciones les son impuestas.
«Administración de Restricciones Digitales» o «software-grillete» («handcuffware») son buenas alternativas.
Describir el software no libre como «cerrado» hace una clara referencia a la expresión «fuente abierta». Desde el movimiento del software libre queremos evitar que nos confundan con el más reciente movimiento de la fuente abierta, por lo que procuramos evitar usos que lleven a la gente a confundirnos con ellos. Por consiguiente, evitamos describir el software no libre como «cerrado». Lo llamamos «no libre» o «privativo».
Por favor no use «comercial» como sinónimo de «no libre». Se estarían confundiendo dos asuntos completamente distintos.
Un programa es comercial si se desarrolla como parte de una actividad económica. Un programa comercial puede ser libre o no libre, según su licencia. De la misma forma, un programa desarrollado por una escuela o un particular puede ser libre o no libre, según su licencia. Ambas cuestiones, qué clase de entidad desarrolló el programa y qué libertad tienen sus usuarios, son independientes.
En la primera década del movimiento del software libre, los paquetes de software libre eran casi siempre no comerciales; los componentes del sistema operativo GNU/Linux lo desarrollaron individuos u organizaciones sin ánimo de lucro como la FSF y universidades. Pero en los 90, comenzó a aparecer software libre comercial.
El software libre comercial es una contribución a nuestra comunidad, por lo que debemos promoverlo. Pero quienes piensen que «comercial» significa «no libre» tenderán a pensar que la combinación de «libre» y «comercial» es contradictoria, y rechazarán esa posibilidad. Debemos gastar cuidado de no utilizar la palabra «comercial» con ese sentido.
El término «consumidor», cuando se utiliza para referirse a usuarios de computadoras, lleva implícitos algunos supuestos poco afortunados.
La teoría económica hace uso de los términos «productor» y «consumidor». En ese contexto estas palabras son apropiadas. Pero cuando se describe a los usuarios de software como «consumidores», se les está concediendo un papel muy limitado. Se asume que la única función que la gente puede desempeñar es la del ganado que pasta pasivamente en lo que otros le ofrecen.
Esta forma de pensar da lugar a parodias como la CBDTPA (Ley de Promoción de la Televisión Digital y la Banda Ancha para el Consumidor), que obligaría a incluir mecanismos de restricción de copia en cada dispositivo digital. Si todo lo que los usuarios hacen es «consumir», ¿por qué les iba a preocupar?
La reducida visión económica de «usuarios» como «consumidores», tiende a ir de la mano de la idea de que los trabajos publicados son «contenido».
Para describir a personas que no se limitan a consumir pasivamente con sus computadoras, sugerimos términos tales como «individuos» y «ciudadanos».
Para describir un estado de comodidad y satisfacción, sin ninguna duda uno dirá que está «contento», pero más vale evitar el uso de esa palabra, como sustantivo, para referirse a escritos y otros trabajos de autor (Nota del Traductor: en inglés la palabra «content» significa tanto «contenido» como «contento» o «satisfecho»; por lo tanto, esta explicación no es aplicable a los hispanoparlantes). El uso de la palabra «contenido», adopta una postura específica respecto a esos trabajos: que son un producto intercambiable cuyo fin es el de llenar un recipiente y ganar dinero. En realidad, es una falta de respeto hacia los propios trabajos.
Los editores que presionan para que aumente el poder del copyright en nombre de los autores de los trabajos («creadores», como ellos dicen), suelen ser los mismos que a menudo usan el término «contenido». La palabra «contento» revela cómo se sienten realmente ellos (N. del T.: juego de palabras con los dos significados de «content» en inglés).
Ya que hay quien utiliza la expresión «proveedor de contenidos», los disidentes políticos bien pueden autodenominarse «proveedores descontentos» (N. del T.: nuevo juego de palabras con el hecho de que «content provider» significa tanto «proveedor de contenidos» como «proveedor contento»).
El término «creador» aplicado a los autores, los equipara implícitamente a una deidad («el creador»). Este término lo utilizan los editores para elevar la estatura moral de los autores por encima de la del ciudadano medio, justificando así un aumento del poder del copyright que dichos editores ejercen en nombre de los autores. Recomendamos que se diga «autor» en su lugar. No obstante, en muchas ocasiones lo que verdaderamente se quiere decir es «titular del copyright».
La expresión «licencia de tipo BSD» lleva a confusión porque da el mismo tratamiento a licencias que tienen diferencias importantes entre sí. Por ejemplo, la licencia BSD original con la cláusula sobre publicidad es incompatible con la GPL de GNU, pero la licencia BSD revisada sí es compatible con la GPL.
Para evitar confusiones, es mejor nombrar la licencia específica de que se trate en cuestión y evitar la vaga expresión «de tipo BSD».
Por favor no use el término «freeware» como sinónimo de «software libre». El término «freeware» se utilizaba con frecuencia durante los años 80 para hacer referencia a programas sacados al mercado sólo como ejecutables, con el código fuente no disponible. Hoy en día no existe consenso en torno a un significado en particular.
De la misma manera, si utiliza otro idioma diferente al inglés, por favor intente evitar palabras tomadas del inglés como «free software» o «freeware». Intente usar palabras menos ambiguas que le ofrezca su propio idioma.
Al formar una expresión en su propio idioma, podrá mostrar que realmente se está refiriendo a la libertad y no simplemente repitiendo de forma mecánica algún misterioso concepto de marketing extranjero. La referencia a la libertad puede, en un principio, parecer extraña y confusa a sus compatriotas, pero cuando comprueben que significa literalmente lo que dice, se darán cuenta del mensaje real que hay detrás del software libre.
Los apologistas del copyright emplean con frecuencia palabras como «robo» y «hurto» para referirse a la violación del copyright. Al mismo tiempo, piden que tratemos al sistema legal como si fuera una autoridad ética: si copiar está prohibido, debe ser malo.
Así, es pertinente mencionar que el sistema legal --al menos en los Estados Unidos-- rechaza la idea de que la violación del copyright sea «hurto». Los apologistas del copyright hacen un llamamiento a la autoridad, mientras tergiversan lo que la propia autoridad dice.
La idea de que las leyes deciden qué está bien o mal es una equivocación en general. Las leyes son, en el mejor de los casos, un intento de lograr justicia; decir que las leyes definen la justicia o la conducta ética es darle la vuelta a todo.
La expresión «Industria del software» induce a pensar que el software es un producto manufacturado en alguna especie de fábrica para que luego se distribuya entre los consumidores. La comunidad del software libre demuestra que esto no es así. El mercado del software existe y hay empresas que desarrollan tanto software libre como privativo, pero las que desarrollan software libre no se parecen en nada a una fábrica.
Los abogados de patentes utilizan la palabra «industria» como propaganda. Llaman «industria» al desarrollo de software para después argumentar que debería estar sujeta a los monopolios de las patentes. El Parlamento Europeo, con la intención de rechazar la patentabilidad del software, votó a favor de definir «industria» como «la producción automatizada de bienes materiales».
Los editores frecuentemente se refieren a la copia prohibida como «piratería». De esta forma, expresan de manera implícita que hacer copias ilegales es éticamente equiparable a atacar barcos en alta mar, secuestrar y asesinar a la gente que viaja en ellos.
Si no cree que la copia ilegal sea como secuestrar y asesinar, quizás prefiera no usar la palabra «piratería» para describirla. Expresiones neutrales como «copia prohibida» o «copia no autorizada» pueden utilizarse perfectamente en su lugar. Incluso algunos de nosotros podríamos preferir utilizar una expresión positiva tal como «compartir información con tu vecino».
A los editores y abogados les gusta describir al «copyright» como «propiedad intelectual»: una expresión en la que también incluyen patentes, marcas registradas y otras partes más oscuras de la ley. Estas leyes tienen tan poco en común, que es una imprudencia generalizar sobre ellas. Es mejor hablar específicamente de «copyright», de «patentes» o de «marcas registradas».
La expresión «propiedad intelectual» conlleva una asunción oculta: que la forma más normal de pensar respecto a todas estas cuestiones dispares es análoga a pensar en objetos físicos y en nuestras ideas de propiedad física.
Respecto a la copia, esta analogía descuida la diferencia crucial entre objetos materiales e información: la información puede copiarse y compartirse casi sin esfuerzo, mientras que los objetos materiales no. Por ello, basar tu pensamiento en esa analogía equivale a ignorar la diferencia antes mencionada (incluso el sistema legal de los Estados Unidos de América no acepta por completo esta analogía, debido a que no trata los «derechos de copia» (copyrights) como derechos de propiedad de objetos físicos).
Si no quiere limitarse a esta forma de pensar, es mejor evitar la expresión «propiedad intelectual» en sus palabras y pensamientos.
Hablar de «propiedad intelectual» es también una generalización imprudente. Esta expresión es un cajón de sastre en el que se mezclan diversos sistemas legales diferentes, incluyendo copyrights, patentes, marcas registradas y otros, que tienen muy poco en común. Estos sistemas legales, que se originaron por separado, regulan actividades distintas, operan de distinta manera y plantean distintas cuestiones políticas. Generalmente, cada vez que aprenda algo sobre las leyes de copyright irá bien encaminado cuando suponga que no puede aplicarse a las leyes de patentes, ya que eso es lo que ocurre casi siempre.
Puesto que estas leyes son tan distintas, la expresión «propiedad intelectual» es una invitación a pensar simplistamente. Lleva a la gente a centrarse en un solo y pobre aspecto común a estas leyes dispares (que es que se establecen monopolios que pueden comprarse y venderse) y hace que ignoren su esencia, todas las restricciones que imponen al público y las consecuencias que provocan. En un contexto tan impreciso, ni siquiera se pueden apreciar los asuntos específicos sobre política pública que plantean las leyes de copyright, o los diferentes asuntos suscitados por las leyes de patentes, o por cualquiera de las otras. Así, cualquier opinión sobre «propiedad intelectual» será casi seguramente una estupidez.
Si quiere pensar con claridad en las cuestiones que plantean las patentes, el copyright y las marcas registradas, o incluso aprender qué dictan estas leyes, el primer paso consiste en olvidarse de que alguna vez oyó la expresión «propiedad intelectual» y tratar todos los asuntos de forma independiente. Para dar una información clara y fomentar un pensamiento lúcido, nunca hable o escriba sobre «propiedad intelectual»; en vez de eso, exponga el tema de manera concreta sobre el copyright, las patentes o cualquier otra ley específica a la que se esté refiriendo.
De acuerdo con el profesor Mark Lemley de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tejas, el extendido uso de la expresión «propiedad intelectual» es una manía reciente, surgida en 1967 en la fundación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, OMPI (véase la nota 123 de su reseña de marzo de 1997 sobre «Romantic Authorship and the Rethoric of Property» de James Boyle, en la Revista de Derecho de Tejas). La OMPI defiende los intereses de los titulares del copyright, patentes y marcas registradas, presionando a los gobiernos para aumentar su poder. Uno de los tratados de la OMPI sigue la línea de la Ley de Copyright para el Milenio Digital (Digital Millennium Copyright Act o DMCA), que se ha utilizado en los Estados Unidos para censurar algunos paquetes muy útiles de software libre.
La hipocresía de llamar «derechos» a estos poderes está empezando a dejar en evidencia a la OMPI.
Los abogados de los editores adoran utilizar el término «protección» para referirse al «copyright». Esta palabra lleva implícita la idea de que evita la destrucción o el sufrimiento; por lo tanto, impulsa a la gente a identificarse con el propietario y el editor, quienes se benefician del copyright, en lugar de identificarse con los usuarios a quienes restringe.
Es fácil evitar el término «protección» y utilizar expresiones neutrales en su lugar. Por ejemplo, en lugar de «la protección del copyright permanece vigente por un tiempo prolongado», puede decir, «el copyright permanece vigente por un tiempo prolongado». Si quiere criticar el copyright en lugar de apoyarlo, puede emplear la expresión «restricciones del copyright». En ese caso, podría decir «las restricciones del copyright permanecen vigentes por un tiempo prolongado».
Los organismos de estandarización que promulgan estándares restringidos por patentes que prohíben su uso en el software libre, suelen tener una política para la obtención de licencias de patentes que requieren el pago de una tasa fija por cada copia hecha de un programa que cumpla los estándares. A menudo se refieren a dichas licencias con el término «RAND», que son las siglas de «Reasonable And Non-Discriminatory» (Razonables Y No Discriminatorias, o RYND).
Este término no es más que un lavado de cara para un tipo de licencias de patentes que no son normalmente ni razonables ni no discriminatorias. Es cierto que estas licencias no discriminan a ninguna persona en particular, pero sí discriminan a la comunidad del software libre, lo que no las hace en absoluto razonables. Así que la mitad de «RAND» es engañosa y la otra mitad discriminatoria.
Los organismos de estandarización deberían reconocer que estas licencias son discriminatorias y no usar la expresión «razonables y no discriminatorias» o «RAND» para describirlas. Hasta que lo reconozcan, los escritores que no quieran unirse al lavado de cara harán bien en descartar esta expresión. Aceptarla y utilizarla meramente porque las compañías «esgrime-patentes» han extendido su uso, es permitir que esas compañías dicten sus puntos de vista.
Sugerimos la expresión «Tasa Uniforme Condicionante de la Adopción», o «TUCA» más abreviadamente, como alternativa («Uniform Fee Only», o «UFO» en inglés). Esta es la expresión exacta ya que la única condición de estas licencias es el pago de una tasa uniforme de uso.
Si quiere decir que un programa es software libre, por favor no diga que está disponible «gratuitamente» o «de forma gratuita». Esas expresiones concretas significan que tiene «precio cero». El software libre es una cuestión de libertad, no de precio (Nota del Traductor: en inglés la palabra «free» significa tanto libre como gratuito, de ahí que en dicho idioma exista una mayor ambigüedad).
Las copias de software libre frecuentemente están disponibles sin cargo adicional (por ejemplo, para ser descargadas por FTP). Pero las copias de software libre también están disponibles a un cierto precio en CD-ROM; entretanto, las copias de software privativo ocasionalmente están disponibles sin cargo adicional en promociones, y algunos paquetes privativos están normalmente disponibles sin cargo alguno para ciertos usuarios.
Para evitar esta confusión, puede decir que el programa está disponible «como software libre».
Es erróneo utilizar el término «regalar» para referirse a «distribuir un programa como software libre». Tiene el mismo problema que «software gratuito»: expresa que lo importante es el precio, no la libertad. Una forma de evitar esta confusión es decir: «publicado como software libre».
Por favor no utilice la palabra «vendedores», en general, para referirse a los desarrolladores de un paquete de software. Muchos programas se desarrollan con la intención de vender copias, y sus desarrolladores son también vendedores; esto es así incluso con algunos paquetes de software libre. No obstante, otros muchos programas los desarrollan voluntarios individuales u organizaciones que no pretenden vender copias. Estos desarrolladores no son vendedores. De la misma forma, sólo algunos desarrolladores de distribuciones de GNU/Linux son también vendedores.
La expresión «vender software» es ambigua. Estrictamente hablando, intercambiar una copia de un programa libre por una cantidad de dinero es «vender»; pero la gente normalmente asocia el término «vender» con restricciones privativas en el uso subsecuente del software. Puede ser más preciso, y evitar confusiones, diciendo ya sea «distribuir copias de un programa por un precio» o «imponer restricciones privativas al uso de un programa», dependiendo de lo que quiera expresar.
Consulte el artículo «Vender software libre» para más detalles.
Revise también «Categorías del software libre» (18.000 caracteres).
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Revisión: 16 ene 2000 Pablo Chamorro C. <[email protected]>
Revisión: 10 ago 2003 Miguel Abad Pérez
Última actualización: $Date: 2006/03/07 16:34:47 $ $Author: puigpe $