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Por Richard Stallman
Fue el 5 de enero de 1984, hoy hace veinte años, cuando abandoné mi empleo en el MIT para empezar a desarrollar un sistema operativo libre, GNU. Aunque nunca hemos publicado un sistema GNU completo apto para su uso en producción, hay una variante del sistema GNU que es usada hoy por decenas de millones de personas, aunque la mayoría no saben que lo es. Software libre no significa «gratis»: significa que los usuarios son libres para usar el programa, estudiar su código fuente, modificarlo y distribirlo con o sin cambios, tanto gratis como cobrando una cantidad por ello.
Mi esperanza era que un sistema operativo libre abriría un camino para escapar para siempre de la subyugación que es el software privativo. Yo había experimentado el horror del modo de vida que el software no libre impone a sus usuarios, y estaba determinado a escapar y facilitar a los demás un camino para hacer lo mismo.
El software no libre trae consigo un sistema antisocial que prohíbe la cooperación y la comunidad. Habitualmente no se puede ver el código fuente; no se puede saber qué trucos sucios o fallos estúpidos puede contener. Si a uno no le gusta el programa, no lo puede cambiar. Y lo peor de todo, está prohibido compartirlo con alguien más. Prohibir compartir software es lo mismo que cortar los lazos que unen la sociedad.
Hoy tenemos una gran comunidad de usuarios que usan GNU, Linux y otros programas libres. A miles de personas les gustaría extender esto, y han adoptado la meta de convencer a más usuarios de computadoras para que «usen software libre». ¿Pero qué significa «usar software libre»? ¿Significa escapar del software privativo, o simplemente instalar programas libres a su lado? ¿Nos proponemos conducir a la gente a la libertad, o simplemente presentarles nuestro código? En otras palabras, ¿estamos trabajando por la libertad, o hemos reemplazado esa meta por el superficial objetivo de la popularidad?
Es fácil habituarse a pasar por alto esta distinción, porque en muchas situaciones comunes no supone ninguna diferencia. Cuando intentamos convencer a una persona para que pruebe un programa libre o instale el sistema operativo GNU/Linux, con cualquiera de los dos objetivos nos comportaríamos de la misma manera. Sin embargo, en otras situaciones cada una de las metas conduce a acciones muy diferentes.
Por ejemplo, ¿qué deberíamos decir cuando se publican versiones que funcionan sobre GNU/Linux del controlador de vídeo no libre de ENVidia, la base de datos no libre Profeta, o el intérprete no libre del lenguaje Indonesia? ¿Deberíamos agradecer a sus desarrolladores por este «apoyo» a nuestro sistema, o deberíamos considerar este programa no libre como cualquier otro, como un atractivo perturbador, una tentación a aceptar la esclavitud, un problema a resolver?
Si usted adopta como meta la gran popularidad de algunos programas libres, si busca convencer a más gente para que use algunos programas libres a veces, puede pensar que estos programas no libres son contribuciones útiles para esa meta. Es difícil discutir la pretensión de que su disponibilidad ayuda a que GNU/Linux sea más popular. Si el uso amplio de GNU o Linux es el objetivo último de nuestra comunidad, deberemos lógicamente aplaudir a todas las aplicaciones que funcionen sobre él, sean libres o no.
Pero si nuestro objetivo es la libertad, todo cambia. Los usuarios no pueden ser libres mientras usen un programa no libre. Para liberar a los ciudadanos del ciberespacio, tenemos que reemplazar esos programas no libres, no aceptarlos. No son contribuciones a nuestra comunidad, son tentaciones para asentar la falta de libertad.
Hay dos motivaciones comunes para desarrollar un programa libre. Una es que no hay ningún programa que haga esa tarea. Desgraciadamente, aceptar el uso de un programa no libre elimina esa motivación. La otra es el deseo de ser libre, que motiva a la gente a escribir sustitutos libres de programas privativos. En casos como éstos, ese motivo es el único que puede funcionar. Simplemente usando un sustituto libre nuevo y sin terminar, antes de que técnicamente sea comparable con el modelo no libre, podemos ayudar a animar a los desarrolladores libres a perseverar hasta que la alternativa llegue a ser superior.
Estos programas no libres no son triviales. Desarrollar sustitutos libres para ellos será un gran trabajo, que puede tomar años. El trabajo puede necesitar la ayuda de futuros hackers, hoy jóvenes, gente que todavía tiene que ser inspirada a unirse a trabajar en el software libre. ¿Qué podemos hacer hoy para ayudar a convencer a otras personas, en el futuro, a mantener la determinación y persistencia necesarias para terminar este trabajo?
La manera más efectiva de fortalecer nuestra comunidad para el futuro es difundir el entendimiento del valor de la libertad: enseñar a más gente a reconocer la inaceptabilidad moral del software no libre. La gente que valora la libertad es, a largo plazo, su mejor y más esencial defensa.
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Traducida: 09 ene 2003 Quique
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Última actualización: $Date: 2006/09/15 14:17:27 $ $Author: puigpe $